En un mundo donde “menos es más” parece ser la nueva mantra del gobierno libertario, Milei se lanza a la cruzada contra las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), clasificándolas de “instrumento inútil” y “costoso” para el Estado. La nueva propuesta del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, surge como un destello de eficiencia en medio de la turbulenta batalla con la oposición por el veto a la ley de financiamiento universitario.

¿Quién necesita elecciones primarias, de todas maneras? Con la reciente aprobación de la Boleta Única de Papel (BUP), el gobierno se siente listo para dar otro paso hacia la modernización de nuestro sistema electoral, como si las elecciones fueran un viejo modelo de teléfono fijo. Francos, en su mejor momento como “experto en asuntos electorales”, sostiene que las PASO no han servido para mucho, salvo para que los partidos se peleen por la televisión. Aparentemente, la solución a los dramas internos de los partidos es tan simple como borrarlas del mapa. “Los problemas internos de los partidos los tienen que resolver los partidos”, enfatiza. 

Por si eso no fuera suficiente, el jefe de Gabinete no se detiene ahí. Asegura que la eliminación de las PASO no solo liberará al Estado de un gasto innecesario, sino que también aliviará a los ciudadanos de la “molestia generalizada” que suponen las primarias. Claro, porque no hay nada más molesto que tener que ir a votar. Y en cuanto a esos pequeños partidos que sobreviven gracias a fondos estatales, Francos se burla: “Hay partidos que sacan el 0,05 por ciento de los votos, por la familia”. Que alguien le explique que eso es vivir en democracia…

Mientras el gobierno de Milei alardea de sus avances en la modernización electoral, la educación pública queda en un segundo plano. Francos asegura que sostener la educación es una preocupación común, pero su veto a la ley de financiamiento universitario sugiere que la eficiencia se mide mejor sin ella. “Argentina no se ha demostrado eficiente en eso y no por falta de inversión ni de recursos sino por ser ineficientes”, concluye, dejando claro que la culpa es del sistema, no del gobierno.

¿Un futuro brillante para la democracia argentina? Quizás, pero sin primarias y con un poco menos de educación. La transformación que se promete es digna de un mago de la modernidad, pero sin el toque de varita mágica que todos esperaban.