Katerina Azor tenía 19 años de edad y estaba planeando su boda con el chico que conocía desde cuarto grado. Durante los cuatro días que permaneció internada en una clínica de Pilar (provincia de Buenos Aires), nunca le dieron un diagnóstico y falleció el 31 de del 2021, sin que sus familiares sepan qué le pasó. Hoy su madre Roxana Jaqueline Dangelo sigue reclamando justicia.
“El intendente Federico Achaval jamás se acercó a dar la cara”, sentenció en diálogo con Argentina Ahora Roxana. A lo que luego añadió de manera tajante: “Ni siquiera como un gesto mínimo de solidaridad”.
Por otro lado, remarcó que la clínica “no cuenta con profesionales matriculados de manera correcta”, ya que un ejemplo es el caso de quién atendió a Katerina por encontrarse “habilitado como cirujano en Corrientes, pero en distrito de Pilar solamente es médico sin poder operar”.
Sucede que llegó la fiesta de los corsos a la ciudad y se volvió viral como el jefe comunal bailaba y festejaba muy contento como si no hubiera preocupación alguna. Sin embargo, el detalle de la negligencia médica contra Katerine y el abandono del Municipio en la temática salud, están a la orden del día.
La clínica de Pilar, en dónde falleció la joven de 19 años, tiene como principal dueño al amigo cercano de Achaval, el doctor Emilio La Greca. Dicho médico y su estrecho lazo con el mandatario local, le generan un morbo controversial a todo el caso en sí. “Nadie se hace cargo”, señaló a este medio Roxana.
Según pudo averiguar este portal, el intendente Achaval inauguró un hospital en la localidad, con beneficios a empresas amigas supuestamente. Periodistas que se acercaron al nosocomio, pudieron confirmar que el mismo se encuentra vacío sin herramientas y profesionales para poder atender de manera correcta a los vecinos.
Más allá de ello, Achaval prefiere (al parecer) bailar en los corsos y no informar de pagos a los vecinos en construcciones como plazas corrientes. Eso sí, el equipamiento de un nosocomio para la gente de Pilar, no es algo de vital importancia. Para él.
El inicio del caso
A mediados de diciembre de 2020, la joven empezó a tener reiterados cuadros de fiebre e inflamación en las piernas. En la Clínica Nuestra Señora de Fátima siempre le daban las mínimas respuestas: como ella tenía problemas en la tiroides y tomaba medicación, le adjudicaban los síntomas a un tema hormonal.
Como su familia desconfiaba, empezaron a consultar con endocrinólogos. Tenía que hacerse estudios a fines de enero, pero todo se adelantó con el agravamiento del cuadro.
El día 24 comenzaron a visitar varios especialistas. Anginas, Covid-19 y hasta un posible embarazo fueron las hipótesis de los médicos que no daban con el diagnóstico.
La internación
Según su familia, la obra social VíaSano se negaba a atenderla porque solo recibía pacientes por teléfono y fue así como nuevamente volvió a la Clínica Fátima. Pero al día siguiente todo empeoró.
Dangelo se acercó al centro de salud porque su hija le había pedido que la saque de ahí porque le había dolido la panza toda la noche y el médico nunca apareció. “Cuando llego me frena la enfermera. De manera altanera me dijo que le ponga un alto a mi hija que se la había pasado a los gritos toda la noche. Me pidió que pusiera voz de mando para ponerle un alto”, relató a la prensa.
La situación comenzó a ser tirante porque Roxana estaba segura de que el dolor de su hija era real. A las horas finalmente se acercó el médico para revisarla y también se sumó el cirujano. Ahí le informaron que le iban a “meter una camarita al costado del ombligo” porque querían averiguar un poco más sobre eso que “no podían encontrar”.
Así, Katerina ingresó al quirófano y al salir le informaron a su mamá que la intervención fue exitosa y que habían encontrado “un líquido atrás del apéndice que no correspondía a ese lugar”. Le aseguraron que ese órgano estaba “un poquito inflamado”, pero que era “algo sin importancia”.
La polémica tocó la puerta
La película de terror acaba de empezar. La joven salió de la operación, fue directamente a terapia intensiva y todo comenzó a desplomarse.
“Me dijo que podía ser mononucleosis, me preguntó si alguna vez había tenido hepatitis, me dijo que el hígado había dejado de funcionar, que los riñones también estaban dejando de funcionar, mi hija ya no orinaba, pero insistían en que era un virus que desconocían”, recordó Roxana.
La obra social no dio respuestas y la familia comenzó a buscar desesperada una solución. En un corto tiempo visitaron hospitales y clínicas buscando dónde llevar a Katerina hasta que VíaSano avisó que enviaba una ambulancia para trasladarla hasta el hospital de Clínicas. “Estábamos desesperados porque el médico decía que ya la habían intubado y que nosotros estábamos a contrarreloj”, lamentó la mujer.
“La ambulancia tardó más de dos horas y cuando llegó nos dijeron que no era viable, que si la llevaban no llegaba, que me quede tranquila porque ellos iban a guardar el lugar hasta que ella esté en condiciones”, explicó.
El triste fallecimiento de Katerina
El 31 de enero a las 00.30 Katerina murió. “Nos llamaron y cuando subimos el terapista estaba llegando. Mi hijo le preguntó si estaban haciendo todo lo posible por la hermana y él, fríamente, le respondió: ‘no sé, yo ahorita llegué, la chica falleció'”.
En medio de la desesperación y la angustia, el joven subió hasta las habitaciones de terapia y se encontró con la enfermera en medio de un ataque de nervios . “No se podía sostener en pie y pedía que vayan los médicos, pero estaba sola”, contó Roxana. “Conmigo no salió a hablar ningún médico, ni a decirme que pasó”, remarcó.
Así fue todo el desenlace de una clínica con poco tacto y sin profesionalismo decente. Mientras tanto,el Municipio de Pilar con Achaval al mando no dió la cara y, al parecer, habría cierto encubrimiento por la amistad, que se nota un valor beneplácito por encima de la vida.
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