Nadie en el entorno de Cristina Fernández de Kirchner entiende por qué se autoproscribió del próximo proceso electoral. Lejos de generar empatía o respaldos, la mayoría salió a buscar la escupidera.

Los propios de La Campora y organizaciones afines sufren ataques de pánico por su futuro sin la Jefa. Los extraños dentro del Frente de Todos dan por descontada la victoria en las elecciones nacionales de Juntos por el Cambio (JxC), y tratan de conservar o competir por cargos provinciales para no quedar afuera del juego político.

Los gobernadores que se reunieron el lunes en el CFI y los sindicalistas del novel Movimiento Sindical Peronista (el "Partido de los Gordos") prácticamente descartaron toda chance de continuidad del Frente de Todos. Los gobernadores presentes disociaron la elección provincial de la nacional para tratar de "salvar la ropa". Los sindicalistas les solicitaron la inclusión de gremialistas en las listas provinciales.

En este escenario de disolución que provocó el "renunciamiento" de Cristina, la mayoría teme que la actual coalición oficialista termine dividida en varias opciones electorales y que a lo sumo alguna de ellas pueda ocupar el tercer lugar, detrás de JxC y de La Libertad Avanza.

Esta verdadera catástrofe que se pronostica no solo afectaría la composición del próximo Poder Ejecutivo, sino también la composición de las cámaras legislativas. Así el peronismo podría perder la mayoría que siempre detentó desde 1983.

¿Será éste el anunciado "fin del peronismo"? Cristina solo piensa en sus intereses y no siente empatía alguna con el peronismo tradicional. Los peronistas tradicionales aceptan, sin mucho entusiasmo, que la derrota electoral es el precio a pagar para sacarse de encima definitivamente al cristinismo y sancionar su final.

Una vez más la vicepresidente hizo saltar por los aires el escenario de la política. Pero, esta vez, la jugada ensayada parece ser suicida.